Uno de los mayores riesgos que, en mi opinión, el programa S-80 sigue afrontando en la actualidad, tras los fiascos del AIP y su incremento de peso, es el de la coordinación y certificación de los trabajos desarrollados por los numerosos tecnólogos que intervienen en el proyecto. Navantia realizo en su día (años 80) numerosos estudios de dimensionamiento del submarino con la ayuda de tecnólogos ingleses, alemanes, franceses y holandeses. A su finalización, la Armada era consciente de la preparación tecnológica que implicaba tener capacidad de diseñar submarinos (cada 30 años) y, por eso, en 1989, el entonces AJEMA, almirante Nardiz, decidió que el modelo a seguir para obtener submarinos sería el de recabar, en lo sucesivo, ayuda exterior.
A comienzos de los años 2000, se acometió la fase de diseño, sin la tutela de un socio tecnológico y, por supuesto, sin contar con Alemania y Francia. No obstante ¿qué es lo que había cambiado desde el punto de vista tecnológico en Bazán/Izar/Navantia para que fuese capaz de afrontar desde entonces con garantía la coordinación y certificación de un diseño tan complejo? Consultados diversos libros sobre diseño de submarinos, prácticamente todos coinciden en señalar que todo diseño extrapolado basado en otro submarino es normalmente un candidato seguro a sufrir problemas derivados de dimensionamiento y tiene grandes probabilidades de resultar una mala evolución del submarino original, tal y como se pudo comprobar en el Collins australiano. Siempre es preferible partir de un proyecto radicalmente nuevo para evitar caer así en un mal proyecto. ¿Tendrán razón?
Se intentó, en su orígenes, crear un grupo de expertos que, conociendo las limitaciones de Navantia en cuanto a construcción de submarinos, fuera capaz de moderar su entusiasmo y optimismo derivado de la idea que tenía de que, por haber participado en el diseño de la parte de popa del Scorpene chileno, estaban capacitados para diseñar por sí solos, sin "tutores" por parte de un astillero con experiencia en diseño de submarinos e instalación del sistemas de combate.
Aceptando la opinión técnica de que un extrapolamiento conduce a un mal diseño, lo que está en juego, en este momento, para el futuro del Programa es si Navantia será capaz de producir un submarino que cumpla, no solo con los requisitos, sino que además sea seguro y se entregue en coste y dentro de un plazo aceptable. A la vista de los percances citados, plazo y coste ya han sido sobradamente incumplidos. El que, a la larga y aun a fuer de poner mucho entusiasmo y optimismo, el producto final sea incuestionablemente seguro, y además exportable, es un tema sobre el que caben muchas conjeturas dada la dependencia que, a buen seguro, cualquier posterior diseño del S-80 seguiría teniendo de los tecnólogos, tanto en la producción como durante el posterior ciclo de vida. Un ciclo de vida con tan amplia representación multinacional representa el verdadero Talón de Aquiles del sistema de obtención de submarinos emprendido con el S-80, al actuar Navantia como intermediario con relativamente poca aportación tecnológica, lo que, sin duda, incrementa significativamente los costes finales, precisamente por el pago a los tecnólogos.
Para que la Armada mantenga aún cierto margen de seguridad y disponga de una alternativa, si es que aún existe, en un proyecto de esta complejidad, sería necesario que, tal y como en su momento se intentó, se hubiera solicitado de los servicios técnicos de una Marina experta y digo Marina, no astillero subsidiario, en construcción de submarinos ayuda para la certificación y supervisión de la totalidad del proyecto(6). De esta forma, se tendría, a partir de ahora, la garantía de que los trabajos de supervisión que Navantia ejerce sobre los tecnólogos fueran los adecuados y que el proyecto en su totalidad fuera seguro para la futura dotación de la Armada, cosa que hoy por hoy está aún por demostrar.
Una vez que al tecnólogo se le ha asignado una parte de un diseño tan complejo como este, es ya imposible prescindir de él, cosa que él conoce y corre pareja con su obligación contractual de solucionar los problemas a costa, cómo no, de incrementar los costes/plazos, sin que Navantia pueda intervenir de forma decisiva para remediarlo.
Por todo ello, es aun más importante, si cabe, que se certifique el Proyecto por parte de los servicios técnicos de otra Marina con experiencia en construcción de submarinos.
Los otros grandes retos técnicos más significativos, como : producción de la planta AIP y certificación de su seguridad, integración de los sonares en la plataforma (y, en general, el Sistema de Combate en el que la Marina USA, no lo olvidemos, no toma parte alguna), certificación del sistema de control de plataforma o la instalación de manejo de torpedos y tubos lanzatorpedos, así como la integración de un torpedo alemán (DM2A4) en un sistema de lanzamiento inglés (Upholders/Victorias) bajo control americano (Lockheed Martin), exigirán, sin duda, medidas de control y planes de mitigación para los que en principio, si bien parecen existir las tecnologías, quizás los retrasos del programa puedan hacer difícil la necesaria concurrencia de los periodos de garantías en vigor y las obsolescencias seguras del material con unos medios humanos disponibles en la Armada, con la preparación técnica necesaria, tras el largo tiempo transcurrido, y la cada vez más menguante operatividad de los submarinos S70 en servicio.
A pocos miembros del "establishment industrial" se les pasaba por la cabeza que pudiese suceder un contratiempo de la gravedad del incremento de peso en unas 100Tn (lo cual, para hacerse una idea, representa la mitad casi de su flotabilidad). Las causas de esta situación, como siempre, han sido muchas y variadas pero, sin duda, la de más peso, en mi opinión, es la de haber prescindido, en su día, del asesoramiento de los que de verdad sabían de submarinos. Las "purgas" de los mejores ingenieros en Navantia y en la Armada, apartando a algunos "inflexibles" ( almirante Tafalla dixit) han propiciado que el programa haya progresado en una especie de "nirvana" sin crítica alguna, o ciertamente pocas, a como se estaba desarrollado. De repente, se han sucedido dos contratiempos, el AIP y el exceso de peso. Este último, un fallo imperdonable de diseño que poco tiene que ver con lo avanzado de la tecnología del submarino y sí, en cambio y mucho, con la experiencia en el diseño y la construcción de submarinos, tanto por Navantia como por su control por parte de la Armada.
Para los "inflexibles " que habían dedicado gran parte de su vida a submarinos y leído y estudiado pormenorizadamente un mundo tan especifico durante tantos años, sin las connotaciones y etiquetas de "lobos solitarios" como les gustaba a algunos motejarlos, sino comprometidos con un programa tan complejo, y conociendo perfectamente a Navantia, tras dos series de submarinos construidas bajo licencia y pensando primordialmente en el futuro de la Armada, el que el programa S 80 se haya retrasado, una vez más y comprobar, además, que ya está "tocado" constituye un punto de desánimo tras tantos años de trabajo(8)
A la vista de la situación actual, la conclusión principal es que no conviene olvidar que "lo mejor es enemigo de lo bueno" en línea con lo que siempre defendieron "los inflexibles". Hasta ahora, los hechos les están dando la razón y si bien lo de "mejor" ha pasado quizás ya a mejor vida, es de esperar y desear que al menos se consiga lo "bueno" y permitir así al Arma Submarina que pueda celebrar su próximo Centenario en 2015 en paz y con el necesario sosiego.
*Ricardo Gómez Enríquez es contralmirante retirado