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Irak entra en la guerra civil siria... a través de Ramadi y Fallujah

Ignacio Rupérez   martes, 04 de marzo de 2014


Mas de 200 mil refugiados sirios han corrido hacia Irak y su número aumenta cada semana en progresión geométrica. Efectivos irakíes en cuantía indeterminada y según sus inclinaciones políticas y religiosas participan en la guerra civil siria, tanto en las filas gubernamentales como en la plétora de grupos rebeldes que luchan contra Bashar Al Assad. Por su parte, el Gobierno de Bagdad ha venido prestando declarado apoyo logístico a Damasco, permitiendo el tránsito de pertrechos de guerra y boca de origen iraní a través de su territorio y por su espacio aéreo. Esta guerra civil en definitiva ha reafirmado que Siria e Irak se han encontrado siempre en estrecha relación, que no son países distintos y que en Irak se sitúa la falla movediza entre el mundo chiita y el mundo sunita, como en su día Mesopotamia lo fue entre griegos y persas. Con los combates en Ramadi y Fallujah, en la provincia fronteriza de Anbar, la protesta sunita, la irrupción de Al Qaeda y los yihadistas, se repite de forma circular la ancestral dinámica de turbulencias de la zona.

Ambas ciudades y las tribus sunitas de Anbar protagonizaron importantes movimientos de protesta contra Saddam Hussein y gobiernos posteriores y fueron conocidas sobradamente por los terribles enfrentamientos con las tropas de los Estados Unidos que siguieron a la invasión de Marzo de 2003. En los ocho años de guerra y ocupación alrededor de un tercio de las tropas estadounidenses pereció en la labor de pacificación de esa provincia, tuvieron que librar dos batallas para la conquista de Fallujah en los combates mas sangrientos registrados desde la guerra de Vietnam. Todavía en las dos ciudades en el año dos mil se percibían signos visibles de los destrozos causados por la represión de Saddam Hussein, desconfianza y temor en poblaciones que años después aún siguen sufriendo los estragos de la guerra. El largo viaje por carretera Bagdad-Amman-Bagdad, prohibidas las conexiones aéreas por las sanciones internacionales de los años noventa en el siglo pasado, proporcionaban todo tipo de sorpresas, entre ellas las de la historia antigua.

Historia, violencia y pobreza

En mil kilómetros y diez horas efectivamente había ocasión sobrada para la lectura y la exploración de lo que se divisaba a la derecha y la izquierda de la autopista. Por ejemplo para la exploración de Ramadi y Fallujah, lugares de preferencia en las crónicas trágicas de este tiempo pero que en otro también fueron escenario de los mitos y las leyendas que derivan de los enfrentamientos entre griegos y persas. Entre las dos ciudades, separadas por unos 40 kilómetros, más cerca de Fallujah, en la región de Babilonia y no lejos de lo que luego sería Bagdad, las tropas de Ciro el Joven y de su hermano el Rey Artajerjes II Mnenon libraron en Septiembre de 401 antes de Cristo la batalla de Cunexa, en un paraje que hoy se identifica como Tell Kuneisse y una aldea denominada Knesje. Un lugar desolado y muy pobre al que sin embargo las lecturas obligaban a acudir, también recordado por el sabor de esos dátiles que según la Anábasis tan mal sentaban a los griegos y por la amabilidad del mukhtar, el jefe del pueblo.

La zona conoció tiempos mejores, hace siglos desde luego, con los canales que ya apenas son visibles, trazados entre el Tigris y el Eufrates, y las avutardas, onagros y avestruces a que se refiere Jenofonte y tampoco se veían en estos días por ninguna parte. ¡Ni Ramadi y Fallujah recordaban lo que fueron ni había un Jenofonte para describirlas! Muerto Ciro el Joven, asesinados los generales griegos, es por allí donde ese ejército de hoplitas, gimnetas, peltastas y arqueros, mercenarios todos de diversas regiones griegas, decidió emprender el regreso a casa por no tener nada mejor que hacer. Muertos Ciro el Joven y Clearco, el comandante en jefe "con fama de ser extremadamente bueno en la guerra y aficionado a ella", lo mas conveniente era abandonar una tierra desconocida y hostil, donde además los mercenarios griegos se habían batido en las filas del perdedor. Jenofonte dirigió la expedición y además escribió sobre ella en un magnífico reportaje de guerra.

Las tribus son indispensables

El texto en cuestión es mas fiable por los acontecimientos relatados que por el protagonismo que se atribuye Jenofonte, apenas reflejado en otros escritos sobre la Anábasis; en los mismos lugares que como en su tiempo, en el de los británicos, los estadounidenses, Saddam Hussein, Al Jaffari y Al Maliki, son escenarios de muerte y violencia, las que solo se mitigan o interrumpen al pactar, como se pretende hoy, las autoridades y las tribus. Lo que también hizo el general David Petraeus en 2007 para articular la contrainsurgencia contra Al Qaeda y hoy intentaría el Primer ministro Nuri Al Maliki, para que Ramadi y Fallujah recobren la paz y controlar la radicalización de las tribus sunitas. Los Diez Mil salieron de Cunaxa en Septiembre de 401 y después de cuatro meses y cuatro mil kilómetros consiguieron casi todos llegar a través de lo que hoy es Siria y Turquía a la colonia griega de Trapezunde, en el Mar Negro. Lugares tan humildes, peligrosos y castigados como Ramadi y Fallujah, que tardaron en llamarse así, por tanto no fueron ajenos a sucesos destacados y escritos inmortales, como tampoco lo son ahora.

Efectivamente las batallas en ambas ciudades y en la provincia de Anbar evidenciarían que los irakíes han entrado en la guerra civil siria, con dificultades para esquivarla. Para ello, para unificar fuerzas contra Al Qaeda como enemigo común se repite la aparente paradoja de que los Estados Unidos e Irán converjan en prestar ayuda al Gobierno Al Maliki, favoreciendo éste al fin la única solución que tradicionalmente ha servido para gobernar el país, la negociación con las tribus. Presentes a uno y otro lado de las fronteras, con lazos ancestrales de religión, costumbres, negocios y parentesco, las combinaciones y las hipótesis sobre el panorama del día después de la guerra son todas posibles; por ejemplo sobre las eventuales alteraciones territoriales y las posibilidades para los sunitas en Irak, cuyo Gobierno actual hasta tropezar en el enésimo conflicto en Ramadi y Fallujah, había alcanzado límites peligrosos en la ajenidad y la represión contra ellos. Anábasis, Apocalipsis, Catarsis, etc., se sugieren por tanto en dos ciudades miserables y destrozadas, en esa provincia desértica pero muy viva, en la que no obstante se sitúa la historia de una espiral de descontento e insurgencia que no cesan, se renuevan y tienen límites desconocidos.

Todo se repite, pero con más intensidad

La guerra civil siria proyectada a Irak replantea cuestiones sobradamente conocidas desde los tiempos de la Monarquía Hachemita, los británicos, Saddam Hussein, los estadounidenses y los gobiernos de Al Jaffari y Al Maliki, actualizadas con vigor renovado y desenlace complejo, en una coyuntura de serias tensiones regionales en que la importante minoría sunita percibe que el Gobierno Al Maliki habría convertido el país en un virtual cliente de Irán, según un proceso en que los sunitas se han alienado al máximo respecto a Bagdad. Desde que a finales de 2011 los Estados Unidos abandonaran Irak la división sectaria se ha acentuado, acelerada además por el conflicto sirio como espejo, con chiitas irakíes atraídos por Irán, Hizbollah y Bashar Al Assad y sunitas irakíes que, como se ve en Ramadi y Falluyah, se deslizan hacia la órbita yihadista. En tal panorama se percibe también la confluencia de los Estados Unidos e Irán en prestar su apoyo a las tribus, otra vez una fuerza viva esencial, contra lo que significa Al Qaeda, así como al Gobierno Al Maliki que ha cometido el grave error de separarse de un eje esencial para la gobernabilidad del país.

Las fronteras sirias e irakíes no pueden mantenerse seguras sin la cooperación de esas tribus trasnacionales, con Jordania, Líbano y Arabia Saudí en especial; tribus que durante siglos han dispuesto de armas y libertad de movimientos, con sus propias leyes, costumbres y formas de vida, en flujo y reflujo respecto al gobierno respectivo según la fortaleza de éste y la calidad de su trato. El Vicepresidente de los Estados Unidos, Joe Biden, ha urgido al Primer Ministro Al Maliki que recabe el apoyo de los jeques tribales antes de lanzar una ofensiva militar contra los insurgentes yihadistas de las dos ciudades. Y lo habría hecho porque no hay unanimidad entre las tribus en cuanto a prestar apoyo a Bagdad frente a los combatientes que luchando contra Al Maliki también lo hacen contra Al Assad. Por motivos diversos pero que convergen en el objetivo de la estabilidad de Irak, iraníes y estadounidenses coinciden en respaldar a Al Maliki, por chiita y por anti yihadista, respectivamente; como coincidieron en Afganistan en la lucha contra los talibanes, y antes en Irak, en torno a 2007 -con el general Petraeus y el embajador Crocker-, para controlar la insurgencia, entonces tanto sunita como chiita.

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