es General de División (R) y ex director del Área Editorial del Grupo ATENEA
ÁFRICA Y LA UE
Parece que la iniciativa española de aportar un Hércules a la operación francesa en Centroáfrica no tiene continuidad en otros países europeos. Cierto que Francia y España -mucho más el país galo por razones obvias de su relación con sus antiguas colonias- están muy directamente afectados por cuanto ocurra al sur del Mediterráneo y en las proximidades del SAHEL, pero ello no debiera ser óbice para que las iniciativas francesas, como la anterior de Mali y esta última, tuvieran una respuesta más sensible por parte del resto de países de la UE.
Laurent Fabius acaba de definir como "un verdadero problema" esta falta de respuesta colectiva europea ante problemas que debieran afectar a todos. La vieja Estrategia de Seguridad Europea del español Solana se está mostrando incapaz de aunar esfuerzos solidarios. Ya resulta sorprendente que, después de 10 años, se pretenda que siga teniendo vigencia, con lo que ha cambiado el panorama estratégico en este decenio. Pero Europa no ha sido capaz de definir una nueva.
Así, no es extraño que la mayor parte de expertos que se han referido al próximo Consejo Europeo de Política de Defensa y Seguridad Común sean, cuando menos, escépticos de los frutos que pueden esperarse de sus actas finales. Y no debe extrañarnos. Es imposible que Noruega y España -por poner un ejemplo- tengan una sensación común del riesgo que puede representar el SAHEL, como es imposible esa misma sensación común entre Portugal y Polonia respecto del riesgo que pueda venir del Este.
Las grandes alianzas envejecen y sus problemas vienen de su propio éxito. Demasiados socios, con demasiadas opiniones distintas, cuando no encontradas. Hay que buscar alianzas bilaterales o, como máximo, regionales, entre países con problemas semejantes y riesgos realmente comunes. Lo demás será letra muerta.
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